Al principio de La traducción, tres actrices ocupan la escena de la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires. Entran de golpe, como huyendo. Están en una boda y hay que decir algunas cosas importantes. Repiten la escena tres veces, con algunas variantes y en diferentes idiomas. Intuimos que dicen lo mismo, pero quizá no, porque los gestos no son clavados. Sabremos que son hermanas, las Meier, y que desde Alemania, en los años sesenta, han decidido montar una organización armada de extrema izquierda. La historia es apasionante, pero aún lo es más cómo nos la presenta el autor y director Matías Feldman, un rompecabezas multilingüe donde es el espectador quien acaba atando cabos. Los más de quinientos espectadores que llenan la sala, de un perfil muy diferente al de Barcelona, más jóvenes, salen entusiasmados.
La traducción forma parte de la serie que Feldman está levantando sobre los límites del teatro, la percepción, los modelos de representación y el lenguaje. Empezó en el 2013 en el Off porteño y hace unos años que ha dado el salto al teatro oficial. La del Cervantes es la octava prueba. La pieza anterior, El hipervínculo (2018), a pesar de durar más de tres horas, ser pura fragmentación, contar con una treintena de intérpretes y ser pura referencialidad de altos vuelos, fue todo un fenómeno. En La traducción resuenan chispas de realidad, como los Baader-Meinhof o el Che Guevara, pero también Walter Benjamin y Wittgenstein. En el fondo, sin embargo, lo que nos propone el autor es un ejercicio metateatral que, a pesar de la repetición, nos mantiene clavados en la silla e incluso nos hace reír. Feldman utiliza la comedia, también la farsa, para hacernos entrar en su experimento.
Javier Daulte quiere demostrar que las buenas historias, fruto de la imaginación, todavía tienen que decir muchas cosas
Javier Daulte utiliza un procedimiento parecido en Valeria radioactiva, una pieza que hace cuatro años que tiene en cartel en el Espacio Callejón, el teatro que gestiona. El exdirector de La Villarroel y autor de Les irresponsables y 4D Òptic también trabaja las capas de la ficción. De entrada, conoceremos a Valeria, la más célebre guionista televisiva, que se esconde bajo un seudónimo. Ella y su ayudante están acabando un proyecto faraónico de mil capítulos sobre la inmortalidad. Hay nervios, presiones, cambios, egos. Todo funciona dentro de la normalidad hasta que Daulte decide poner en escena un capítulo entero del culebrón, con los mismos actores pero con papeles diferentes. Todo se extrema. Y en una discusión posterior, de nuevo en el tiempo real de la obra, cuando su equipo le reprocha que se han visto reflejados en los personajes de la serie, Valeria les dice que la vida importa poco, que lo importante son los personajes, figuras de ficción que pueden ser más reales que la existencia terrenal. Ni ella, de vida caduca, tiene mucha relevancia.
Daulte lleva a cabo un elogio furibundo de la ficción como elemento tan esencial como el agua que bebemos en una época, sobre todo en esta parte de mundo, en que parece que interesen más el documental, el basado en hechos reales … El autor y director quiere demostrar que las buenas historias, fruto de la imaginación, todavía nos tienen que decir muchas cosas, que hemos tenido a Sófocles, Shakespeare, Beckett y Koltès, pero que se tienen que escribir muchas obras nuevas buenas.
Valeria radioactiva y La traducción son algunas de las grandes obras que hay en la cartelera de Buenos Aires. Daulte es un viejo conocido de los escenarios catalanes y gracias a él hoy tenemos autores que dirigen sus obras, algo totalmente inusual antes de que llegara a Barcelona a principios del siglo XXI. A Feldman, más joven, no lo conocemos mucho. Giró por Barcelona y Madrid hace quince años y es uno de los grandes artistas argentinos que deberíamos conocer. En Europa, hace unos años que hablamos de las Historias del teatro del suizo Milo Rau. Feldman empezó sus pruebas antes y ha llegado al capítulo ocho sin que nos enteremos. Quizá incluso con más éxito.
Una de las críticas que a veces se hace a la cartelera de Buenos Aires es que ofrece poco espacio a lo que se salga del teatro de texto convencional por muy experimental que sea. Y olvidamos que Mariano Pensotti o Federico León, héroes europeos, provienen de allí.