Arden Quin: Su gran muestra recala en el Museo de Bellas Artes

Arden Quin: Su gran muestra recala en el Museo de Bellas Artes

El impulso del arte constructivista introducido en América del Sur por Joaquín Torres García en los años 30 del siglo XX recala en la muestra que inaugura el Museo Nacional de Bellas Artes mañana, «Carmelo Arden Quin. En la trama del arte constructivo», una exposición basada en la trayectoria del referente del grupo MADI que dispone un centenar de sus trabajos puestos en diálogo con otros artistas constructivos y traza un panorama de las transformaciones en la obra del uruguayo Carmelo Heriberto Alves Oyarzún, conocido como Arden Quin.

Con curaduría de la historiadora del arte Cristina Rossi, las salas 37 a 40 del primer piso del museo albergan la exposición que propone un diálogo entre unas 103 de obras de Arden Quin y 63 piezas realizadas por 51 artistas contemporáneos, desde las que se exploran siete décadas de trabajo de uno de los artistas más relevantes de la escena rioplatense de mediados de siglo y sus vínculos con el arte constructivo.

Pero, a su vez, afirma esa característica fundamental del artista que fue la construcción colectiva, más allá del arte como «invención» como característica de ese recorrido compartido.

Para Rossi, la visión integradora del artista «fue el motor que impulsó la construcción de una red que, al mismo tiempo, le permitió mantener la vitalidad de su propuesta».

Algo que se presenta en la «muestra que recorre la trayectoria de Arden Quin desde el momento en que forma parte de la vanguardia de los 40 con obra de todos los períodos, pero al mismo tiempo lo pone en diálogo con estos grupos que fue formando a través del tiempo», dice la curadora en diálogo con Télam.

Nacido en 1913, Arden Quin fue testigo de la historia del siglo XX, «pero fundamentalmente era un joven en el momento en el que las luchas ante el avance de los fascismos y la destrucción provocada en Europa por la Segunda Guerra Mundial llamaba a los jóvenes a tomar posición, a buscar transformar desde su lugar, algo que el artista adoptó muy tempranamente comprendiendo que no podía llevarlo a cabo solo», explica.

La exhibición abarca los inicios de las investigaciones de Arden Quin (Riviera, Uruguay, 1913- Savigny sur-Orge, Francia, 2010) influenciado por el pensamiento de su compatriota Joaquín Torres García (1874-1949) e impulsor del Universalismo Constructivo, la experiencia del grupo MADI (1946, del que se aleja en 1947) integrado también por Rhod Rothfuss, Martín Blaszko y un joven Gyula Kosice, entre otros, hasta los años de su estancia en París en los que se relaciona con artistas europeos, estadounidenses y latinoamericanos (peruanos, venezolanos, uruguayos) conformando el grupo MADI Internacional, que se expande e instala sus espacios en variados países.

«Arden Quin fue autodidacta y, aunque no fue discípulo directo de Joaquín Torres García, después de escuchar una conferencia suya en 1935 lo tuvo por consejero -cuenta Rossi-. Se acercó a él desde lo plástico: la proporción áurea, del color tonal y las formas articuladas -eso que es transformable, como los juguetes a los que le dedicaba tiempo-. Pero también se acercó desde el espíritu colectivo que traía el maestro, en cuanto a formar un grupo de trabajo y discusión en el cual las perspectivas estéticas se discutían y después se difundían en manifiestos o se escribían en revistas. Esa marca está fuerte en Carmelo ya para cuando viene en 1938 a Buenos Aires y es parte del grupo que impulsa la revista ‘Arturo'», explica.

Marxista como se autodefine el propio Arden Quin en una entrevista, indica que MADI es un acrónimo de su nombre artístico al que relaciona con la corriente del materialismo dialéctico, al cual, supuestamente, hace referencia la denominación, y que permite comprender sus motivaciones, búsqueda intelectual, artística y poética.

Por otro lado, el recorrido explora esa transformación que arranca desde su obra temprana a partir de la idea de invención propuesta por el Movimiento Arte Concreto Invención (1945), a sus desarrollos posteriores, planteados desde una poética personal,donde «se destacan las formas irregulares y libres, los marcos recortados, los coplanales o formas articuladas y las formas galbée (obras cóncavas) o esculturas móviles que promueven la participación activa del espectador», indica la curadora.

Sin embargo, la exposición parece contradecir en parte esa búsqueda de «generar una plástica plural y lúdica en donde el espectador participa, uno de los puntos centrales en la obra de Arden Quin», destaca Rossi, porque la muestra en el museo congela configuraciones e instala un público contemplativo acorde a la centenaria institución, pero permite, por otra parte, en este homenaje que le dedica, un abordaje necesario.

Esa propuesta plástica en la que el espectador tenía que participar para tomar «conciencia de que también podía inventar jugando» está muy presente en los «poemas móviles que no llevan a una lectura convencional sino que se construyen a partir del espectador» y provocan «la ruptura de lo la contemplación», añade Rossi.

Compuesta por pinturas, poemas, fotografías de Grete Stern o Makarius, móviles, esculturas, documentos, el recorrido plantea tres espacios definidos donde explorar una obra plástica y poética situada por la huella de sus viajes: Buenos Aires, París y esa expansión de un arte abstracto, no figurativo, geométrico, que promueve en la escena artística.

Como hitos indispensable la muestra se detiene en la revista «Arturo» (1944), dedicada al arte abstracto, y en la posterior publicación literaria «Ailleurs», ya en Francia. Mencinona «el Centre de Recherches et d’Études MADI de la rue Froidevaux (1951), hasta la porteña Asociación de Arte Nuevo en Buenos Aires (1954). Y hace foco en ese vaivén entre ciudades, su regreso a París en 1948, en tiempos de reconstrucción, hasta el movimiento MADI Internacional que vuelve a impulsar con sus más de 70 años al regresar al arte, aunque no lo abandona del todo, «espacios en los que Arden Quin asumió el rol de catalizador de las relaciones colaborativas», dice Rossi.

Entre las obras exhibidas también están las de Eva Bányász, Joël Besse, Martín Blaszko, Martha Boto, Gaël Bourmaud, Esteban Eitler, Lorena Faccio, João Carlos Galvão, Bolívar Gaudín, István Haasz, Cajsa Holmstrand, Yumiko Kimura, Antonia Lambelé, Gino Luggi, Sameer Makarius, Jaildo Marinho, Vincenzo Mascia, Juan Melé (arte concreto-invención), Mitsouko Mori, Helio Oiticica, Gustavo Poblete, Salvador Presta, Torsten Ridell, Wolf Roitman, Rothfuss, Robert Saint-Cricq, Marcelle Saint Omer, Georges Sallaz, Carolina San Martín, Luis Tomasello, entre otros destacados artistas cuyas obras dialogan desde las décadas y nacionalidades.

Como parte de este proyecto de largo aliento impulsado por Sofía Künz -segunda esposa del artista, fallecida en febrero-, el museo recibió la donación de siete obras de distintos períodos según el deseo de su viuda, que se suman a las dos adquiridas en 2016. «Era una de las ausencias notorias de la colección del museo», expresó su director, Andrés Duprat, además de dedicar la muestra a su memoria.

«Sofía peleó mucho porque Carmelo tenga el lugar que tiene que tener en Latinoamérica y que ya tenía en Europa», expresó por su parte Tencha de Sagastizábal, nuera y depositaria del legado.

La exposición se conforma con obras del legado del artista, del acervo del Bellas Artes y de los museos Macba, Malba y Sívori, además del préstamo de 20 coleccionistas. El Museo editará un catálogo bilingüe (español/inglés) con ensayos críticos que recorren la trayectoria, producción pictórica y literaria, y un registro fotográfico de las obras exhibidas.

La exposición, con entrada gratuita, podrá visitarse en avenida del Libertador 1473 (Ciudad de Buenos Aires) hasta el 20 de noviembre, de martes a viernes de 11 a 20 y sábados y domingos de 10 a 20.

Fuente: TELAM