A cuarenta años de democracia ininterrumpida, nos preguntamos por el rol que tuvieron los artistas en momentos de terrorismo de Estado. En la exposición Escenas contemporáneas. Recorridos por la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Arte argentino 1960-2001 se encuentran obras claves relacionadas con este período histórico, que dan cuenta no solo del compromiso social de los autores, sino de la manera que encontraron de expresar y dar respuesta al silenciamiento instaurado por la dictadura. En un clima político marcado por la violencia, la participación desde el arte permitió la visibilización de lo oculto, la denuncia de lo siniestro y la unión en una sociedad a la que se buscó fragmentar.
Frente al disciplinamiento de los cuerpos, la exclusión económica y la pauperización de las industrias locales, la respuesta también estuvo en estas expresiones artísticas. Desde la clandestinidad, y con consecuencias letales, lxs artistas abrieron un canal de manifestación del horror y, lejos de anclarse en la vulnerabilidad, crearon un espacio para iluminar la oscuridad.
Algunas de las obras de la exposición que visibilizan y denuncian los distintos matices a los que fue sometida la sociedad civil desde 1976 a 1983 son El mudo, de Juan Carlos de Stefano; la serie Buena Memoria, de Marcelo Brodsky; la instalación Manos anónimas, de Carlos Alonso; la fotografía de Sara Facio Los muchachos peronistas; el tríptico Argentina 78, de Diana Dowek. Las obras mencionadas forman parte del núcleo temático Imágenes, historia, Memoria de la exhibición presente en La Gran Lámpara del Centro Cultural Kirchner. La relevancia del arte en situaciones extraordinarias es indispensable como método de denuncia de los padecimientos de una sociedad entera. El arte empuña una búsqueda por la memoria, la verdad, la justicia y la democracia.
Por otro lado, la muestra Hebe de Bonafini, una madre rev/belada es un homenaje a la vida y memoria de la fundadora de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, organismo central en el pedido de justicia por los crímenes de lesa humanidad. El emblemático pañuelo de Bonafini, presente en la exposición, es un símbolo de su lucha y la de todas las madres y abuelas, contra el terrorismo de Estado.
El mudo, de Juan Carlos de Stefano
En 1972, impactado por las primeras denuncias de tortura y desaparición de personas que comenzaron a circular en la Argentina, el artista realizó los bocetos para esta obra. Cuerpos violentados y torturados, imposibilitados de moverse, de decir, de vivir, serían de allí en más el tema central de su poética. En ese mismo año, el artista comienza a utilizar como fuente los primeros testimonios de personas que habían sido secuestradas y torturadas. En El mudo una figura humana de tamaño apenas mayor que el natural se presenta en una situación de inmovilidad absoluta. A través de una posición anatómica imposible, la escena hace referencia directa al método de tortura conocido como “submarino”. La transparencia del poliéster enfatiza un elemento fundamental: el agua. Ya sea en movimiento, producto del gesto desesperado de sacar la cabeza del balde, o volcada en la base de la obra, el agua da la idea de una acción que está sucediendo, lo que contrasta con la figura inmóvil.
Manos anónimas, de Carlos Alonso
La instalación Manos anónimas fue ideada originalmente por Carlos Alonso para formar parte de la muestra Imagen del hombre actual, organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes en 1976. Cuando se produjo el golpe de Estado, el 24 de marzo de ese año, la exposición fue suspendida, por lo que la obra nunca se presentó al público. Permaneció en el taller del artista, donde se deterioró con el paso del tiempo. La versión expuesta en La Gran Lámpara es una reconstrucción realizada en base a registros fotográficos que Alonso donó al Museo Nacional de Bellas Artes.
El inquietante conjunto da cuenta del clima social imperante a mediados de los años 70, marcado por el ocultamiento y la muerte. Los objetos y las figuras de tamaño natural, realizadas en papier maché y acabado de pintura acrílica, apelan al realismo para potenciar su impacto: un soldado usando lentes oscuros, el busto sobre pedestal que se orienta ocultando el rostro del homenajeado, piernas y manos que emergen de un sillón, un personaje de sombrero y sobretodo que nos da la espalda y un cadáver cubierto por diarios configuran un elenco de identidades esquivas, pero sin dudas relacionadas entre sí. Aun cuando las figuras no se muestran en acción, el tono siniestro de la escena resulta evidente.
Como otras obras de Alonso y de muchos artistas contemporáneos, la violencia se hace presente en la sucesión de cortes de carne vacuna colgantes, que alternan en un juego de paralelismos con una camisa agujereada por una bala y una pierna humana vestida con jeans y zapatillas, la indumentaria elegida por la juventud desde la década del 60.
Buena Memoria, de Marcelo Brodsky
La serie Buena Memoria nos invita a reflexionar sobre el paso del tiempo y la relación entre la vida personal y la historia del país. Su autor, artista y activista por los Derechos Humanos, tuvo que exiliarse en España desde 1977 a raíz de la desaparición de su hermano durante el golpe cívico-militar. Cuando volvió a la Argentina en 1984 investigó sobre esos largos años de ausencia partiendo de sus archivos personales. La obra Los compañeros toma como punto de partida la foto grupal de 1967, cuando cursaba el primer año del Colegio Nacional Buenos Aires. A partir de ella realizó una investigación sobre la historia de su división.
Argentina 78, de Diana Dowek
Esta obra es el contundente tríptico con el que la artista concluyó la serie de “los alambrados”, en la que trabajó desde 1977. En las pinturas que dieron inicio a este corpus de obras, el primer plano estaba ocupado por cercos de metal rotos. La idea de escape que simbolizaban estas imágenes evocaba su contrapartida, el encierro, y funcionaba como metáfora de la violencia militar que, bajo el signo de la represión y la desaparición forzada de personas, dominó la sociedad argentina entre 1976 y 1983.
Según relataba la artista, con Argentina 78 había llegado a un límite. Si en la serie de “los alambrados” había avanzado de modo progresivo hasta aprisionar objetos cotidianos, ahora directamente alambraba la tela. El cuadro mismo quedaba prisionero, la pintura era silenciada. Con un giro conceptual que proponía fusionar realidad y representación, usó un alambrado real para cubrir la tela y el bastidor del primer paño del tríptico. Al lado, colgó un cuadro que representaba esa primera tela y permitía ver el mecanismo de sujeción en el reverso de la obra. En tercer lugar, volvía a colgar un alambrado, también del reverso pero vacío, que ya no sujetaba nada. “El arte y las ideas no podían silenciarse por siempre”, afirma Dowek. Con esta última imagen, que una vez más se abría a la posibilidad del escape, resolvía la fuerte tensión entre censura y libertad que marcó su producción en esos años.
Los muchachos peronistas, de Sara Facio
La fotografía corresponde a la serie “Funerales del presidente Perón”, donde se pueden ver sintetizadas dos grandes líneas del trabajo de Facio: el registro testimonial y el retrato. La frontalidad de los protagonistas y la fuerza de su mirada atraviesan no solo la cámara, sino también al observador. Unos años más tarde, durante la última dictadura cívico militar, el joven peronista del retrato fue desaparecido.
El partenón de libros, de Marta Minujín
La obra fue presentada por primera vez en Buenos Aires en 1983, a pocas semanas del regreso de la democracia a la Argentina. Está compuesta por libros censurados en la dictadura, pero resignificados gracias a la participación colectiva de la sociedad civil: todos fueron donados por editoriales y a través de la organización espontánea de la ciudadanía. Hecha a partir de 30.000 libros prohibidos, esta obra efímera es un homenaje a la democracia y a su recuperación. El partenón de libros se reeditó en 2017 para la edición 14 de documenta Kassel como una expresión de apoyo a la libertad y los derechos humanos.
Cuando el Estado utiliza su poder en contra del pueblo, el arte libera las voces y pone de manifiesto lo indecible, lo inimaginable y lo silenciado.
Hebe de Bonafini, una madre rev/belada
En la sala 203, la exhibición Hebe de Bonafini, una madre rev/belada curada por Ulises Gorini, es un homenaje a la vida y la memoria de la referente de las Madres de Plaza de Mayo. Tras la desaparición forzada de sus hijos Jorge y Raúl bajo la dictadura cívico militar, comienza una de las rebeliones más particulares de la historia argentina. Con un carácter y una fuerza inclaudicable, abuelas y madres salieron a las calles a reclamar por la aparición de sus hijxs. La muestra no solo cuenta con imágenes del archivo fotográfico de Bonafini, sino también con su emblemático pañuelo blanco y la proyección del video “Los caminos de la vida”. A través de esta exposición se busca poner en valor y mantener viva la llama de una batalla incansable, que sirvió como guía a todo el pueblo argentino. Además de su recorrido político, la sala cuenta con imágenes que retratan momentos claves, íntimos y familiares de la vida de Hebe: sus tempranos años en la barriada popular bonaerense, su noviazgo y casamiento, y el nacimiento de sus hijos. Considerada un ícono universal de los derechos humanos, Hebe es un ejemplo de resistencia, memoria y militancia.
La exhibición Escenas contemporáneas. Recorridos por la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Arte argentino 1960-2001 puede visitarse de miércoles a domingos de 14 a 20 h en La Gran Lámpara (sexto y séptimo piso).
La exposición Hebe de Bonafini, una madre rev/belada puede visitarse de miércoles a domingos de 14 a 20 h en la sala 203.