La icónica fotoperformance de Marta Minujín con Andy Warhol que fantaseaba con pagarle al FMI con maíz, el bestiario de Indias que creó Adriana Bustos recuperando imágenes y relatos de los primeros cronistas en América Latina y un poncho realizado por Graciela Salvatierra, símbolo cultural y material de nuestro país, forman parte del envío que Argentina realizará a la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del G20, que se desarrollará en Nueva Delhi, India, los próximos 9 y 10 de septiembre.
En el marco de la 18ª reunión G20, que congregará a ministros, ministras, altos funcionarios, altas funcionarias y sociedades civiles con el lema «Vasudhaiva Kutumbakam» («Una tierra, una familia, un futuro»), los países participantes fueron convocados a presentar distintos proyectos artísticos, desde obras de arte hasta piezas representativas de cada país. Argentina llevará cuatro: dos pertenecen a artistas muy conocidas, Marta Minujín y Adriana Bustos, la otra esa una pieza de indumentaria tradicional realizada por Graciela Salvatierra, que acaba de ganar el premio al mejor poncho, y la cuarta, un poema de Sergio Raimondi titulado «Wanllasqa».
«Pago de la deuda externa argentina a Andy Warhol con maíz» (1985), de Marta Minujín
Vestido de negro, el artista pop estadounidense Andy Warhol posa con la argentina Marta Minujín (1943) sobre un suelo poblado de maíz o de «oro latinoamericano», cosecha que representa la única riqueza de los pueblos latinoamericanos pero también el imaginario «Argentina granero del mundo» y color amarillo como el oro, saqueo y explotación colonial. Detrás la cámara captura lo que fue una perfomance ideada por Marta Minujín en 1985, a dos años de recuperada la democracia.
La serie de fotografías tuvo lugar en la mítica The Factory, Nueva York, donde dispuso el maíz en el piso de la entrada y en el medio del montículo se ubicaron dos sillas, donde se sentaron ambos, dándose la espalda uno al otro. La performance consistió en una secuencia de doce movimientos en un giro de 360 grados en los cuales recrearon la acción de ofrecimiento, aceptación y concreción del pago de la deuda con choclos, los cuales fueron registrados por el fotógrafo Claudio Leiman. Al finalizar, repartieron las mazorcas entre la gente que pasaba por el Empire State Building, recordó Minujín en una entrevista.
La obra de la artista es emblemática porque representa un hito clave para la economía argentina, como el que se disputa hoy: el pago de la deuda externa al Fondo Monetario Internacional. En ese momento, se trataba de una deuda que el gobierno democrático había heredado de la dictadura.
En palabras de Viviana Usubiaga, directora Nacional de Gestión Patrimonial del Ministerio de Cultura de la Nación Argentina, con esa pieza «Marta Minujín hacía el intento de poner fin a esa condena que ataba la economía de Argentina apelando a la ayuda de un ícono del arte norteamericano como Warhol. Figura también mundialmente célebre por su arte tan crítico como irónico que revelaba las encrucijadas de la sociedad de consumo y la maquinaria de muerte dentro del sistema capitalista».
En tal sentido, la obra «ayuda a imaginar monedas de cambio más justas; nos permite repensar cómo se dirimen las deudas en la geopolítica contemporánea, cómo se construye el valor y qué es la riqueza. Ese suelo de maíz y chalas, esa cosecha de exportación, señala la naturaleza de la transacción. Da indicios para evidenciar cómo actúan los productos de la tierra en el juego perverso de los mercados en el escenario actual».
«Pago de la deuda externa argentina a Andy Warhol con maíz» tuvo una reversión en el año 2017 en Documenta 14 pero el pago fue de Grecia y con aceitunas verdes y negras. Además, la primera obra con la que el año pasado la artista argentina incursionó en los NFT y que hasta agosto se pudo ver en la exposición «El dorado» de Proa, será exhibida de manera digital en un monumental display con obras maestras. Francia exhibe la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, Holanda «La joven con el arete de perla» de Vermeer y Reino Unido «El carro de heno» de John Constable, entre muchas otras.
«Bestiario de Indias», de Adriana Bustos
Para Adriana Bustos todo gesto artístico es un acto político y sus obras funcionan como dispositivos de investigación sobre temas vinculados a la naturaleza, la historia, la depredación humana. A la India, Bustos llega con una obra que resulta de la recuperación de imágenes y relatos de los primeros cronistas que llegaron al territorio americano, esa tradición exagerada e imaginativa que permeó la mirada europea sobre la vida en estas tierras, siempre con un halo de monstruosidad, lo que luego funcionó como justificativo de dominación.
Inspirada en aquellas representaciones y en los bestiarios medievales de animales, Bustos construye personas con cuerpo de perro, cuerpos desnudos a los que le brotan animales, orejas de elefante, mamíferos humanizados, cabezas ubicadas en torsos, todo un imaginario que se dirime entre el sueño y la imaginación, entre la exageración y la fantasía.
«Los animales alucinados de los cronistas de Indias son imágenes de la fascinación y el espanto que parecen contradecir los sentidos y frenar el pensamiento. Son imágenes de la ambigüedad de lo indeterminado, de la crudeza de un Nuevo Mundo en contraposición a la civilización», sostiene Bustos (Bahía Blanca, 1965) en el texto que compartió de su obra a Télam, recién llegada a la India, donde participará los próximos días de un simposio de museos en el Museo de Bihar.
«Toda práctica artística que tome como materia a la historia supone el trabajo de cortar, unir y diseñar. Un poco el trabajo de una costurera. Algo similar a la costumización. Una manera gráfica de historiografiar consistiría en empalmar contexto con contexto y ellos con nosotros. No se trata de un “contexto” como lugar sólido y seguro donde implantar información sino como otra manera de conectarse que abarca tiempos incongruentes y espacios distantes. Contextualizar debería admitir nuestra presencia, nuestra mirada, nuestro desconcierto y nuestra confusa comprensión de la historia.
«Bestiario de Indias» se exhibirá en el marco del eje Together We Art, que reúne la obra de 50 artistas contemporáneas y contemporáneos que abordan temas de sostenibilidad, ecología e identidad.
Poncho, emblema argentino
Desde la organización del G20 convocaron a los países participantes para el envío de un «objeto cultural icónico representativo del país». Argentina, eligió un poncho como emblema y pieza de indumentaria tradicional popular. Una pieza que fue realizado en telar criollo, con lana hilada y teñida con tintes naturales, lo que refleja no sólo el conocimiento de la técnica sino también de esos saberes tintóreos y botánicos que se transmiten de generación en generación.
La pieza que llegará a la India fue realizada por la maestra artesana Graciela Salvatierra (1961) de la localidad de Londres, provincia de Catamarca, ganadora del premio al mejor poncho de la Fiesta Nacional del Poncho por una pieza tejida en lana de oveja y con la técnica de teñido de reserva -ikat- y tintes naturales de algarrobo, cáscara de nuez y hollín.
Como cuenta Roxana Amarilla, directora del programa Matria, a propósito del poncho: «Se trata de una prenda americana cuyos antecedentes en la Argentina se remontan al 1100 D.C. Dos ponchos, con esos fechados, fueron hallados en Angualasto y Calingasta en la provincia de San Juan. En el presente, este saber artesanal se sigue practicando, por parte de tejedoras y tejedores, en diversas regiones del territorio Argentino».
«Wanllasqa», un poema de Sergio Raimondi
El G20 también convoca a una antología de poemas titulado «Bajo el Mismo Cielo» y de las letras locales participará el escritor, ensayista y poeta argentino Sergio Raimondi (1968) con «Wanllasqa»», de su libro «Lexicón», publicado por Mansalva, un volumen repleto de palabras y giros que pertenecen a otras lenguas, un libro diccionario, repleto de vocabularios y curiosidades y escrito en verso. «Lexicón» salió con un adelanto en Alemania bajo el título «Para un diccionario crítico de la lengua».
«Wanllasqa», el poema elegido de ese libro, comienza así: «Ccompis Leona Amachi Rosada Clavel /Maru millku Puka simi Puka pampiña/ Canchán Pillpintuy Maru piña Yungay/ Hay más de tres mil nombres para decir/ más de tres mil sabores en la lengua./Debajo de los toldos el mercado concreto extendido en la plaza en medio del valle/ exhibe una variedad de formas y colores/que su acepción más abstracta reduce/ por una opción omnipresente y blanca/con metas de multiplicación industrial».
En un intercambio con Telam, el poeta explica que el título hace referencia a «un término quechua que forma parte del léxico vinculado con el cultivo y la cosecha de papa; en particular, hace referencia al proceso de selección de la papa cuando la cosecha. Tal vez la inclusión del quechua funcione como un recordatorio de que en este país se habla más de una lengua o, para decirlo de otro modo, que no solo existen distintos usos del español, sino que también se habla guaraní, aymara, mapudungúm, etc».
A la vez, «esas otras inflexiones de la lengua son también un testimonio de que existen muchos territorios en Argentina, e inclusive más de un modo de percibir: el mundo andino, con el que el quechua está vinculado, es uno de ellos», explica.